Laura
se estaba poniendo bastante pesada con el tema “cafetería”. Sí, lo habíamos
llamado así, somos bastante poco originales, lo sé. Pero bueno, el nombre no es
importante, el caso es que estaba empeñada en que tenía que volver allí. ¿Que por
qué? Porque según sus paranoias adolescentes el chico de la sonrisa, Adrián, se
había enamorado loca y perdidamente de mí.
- A ver, Laura, amor, ¿cómo
quieres que te lo explique? Solo fue encantadoramente amable. Sí, no muchos
hubieran hecho lo mismo que él, pero lo hizo. Me vio llorar, supo por qué lo
hacía e intentó animarme. No está loco por mí, ni enamorado de mí, ni va a
soñar conmigo por las noches.
- Sí, lo que tú digas, cielo. Pero
sabes que en esto llevo razón. – La miré con mi mirada de “Cállate. Ya.” Pero
no se calló. – Y si no me crees, ¿qué problema hay en volver esta tarde? Si
total, solo fue “encantadoramente amable” no tendrá ningún problema en volver a
verte, ¿no?
- No creo, pero de todas formas
tampoco hay ninguna razón para ir. Piénsalo, no voy allí nunca y, de repente,
dos días seguidos. Sería muy raro.
- Puede, oooooooo – exageró de una
manera muy rara ese “o” – quizás piense que querías volver a verle.
- Ah, claro, eso es súper normal,
¿no?
- ¡Pues sí! ¿Qué hay de malo en
querer mantener vuestra amistad? Si fue tan “encantadoramente amable” seguro que
tenerlo de amigo no está tan mal.
- ¿Que qué hay de malo? ¡¿Hola?! ¡Va
a pensar que soy una acosadora!
- Ah, claro. Luego la paranoica
soy yo. – Se rio. – Anda venga, Alba, por faaaaaaaaaa, vamos a esa cafetería
esta tarde. Sí, y además, lo que te dijo sobre que la próxima vez que volvieses
por ahí fuera con una sonrisa, era una clara indirecta.
- Ay, no sé que voy a hacer
contigo. Iremos a esa cafetería si de verdad quieres, pero solo para
demostrarte que te equivocas y me dejes en paz de una vez.
- Bueno, sabes que en realidad te
estás muriendo por ir, pero guay. – Sonrió con su sonrisa de “¡Toma, he ganado!”
y me abrazó. Le devolví el abrazo y salimos de mi casa rumbo a la cafetería.
Pero
cuando llegamos, él no estaba allí. Sí, he de reconocer que me dolió un poco no
verle en la cafetería aquella tarde. Vale, sé que ya le había dicho a Laura que
no me gustaba y todo eso, pero había algo en él que me había hecho darme cuenta de las cosas que
importan. Es decir, anoche, me había animado solo con tres palabras escritas en
una nota de papel. Aunque no hubiese sido tan extremadamente guapo como lo era,
me hubiera decepcionado igual el no verle entonces. Una pequeña parte de mí,
hubiera querido verle sonreír detrás del mostrador esa tarde. Quería que viese
que gracias a él lo de Pablo se había pasado. Que gracias a él podía volver a
ser yo.
–
¿Y bien? – Me preguntó Laura. – ¿Quién es?
–
No está. – Dije intentando que la decepción no se notase. Pero se notó,
aunque Laura prefirió no hablar de ello.
–
Bueno, otro día será. Pero pidamos un café, tengo un frío horrible.
La
verdad es que hacía bastante frío, así que fuimos al mostrador y pedimos los
cafés.
- ¿Nombres? – Nos preguntó la
chica que estaba atendiendo.
- Laura.
- Yo Alba.
- Laauuuraa… Y Aaalbaa. Vale
chicas, en unos minutos están.
- Gracias. – Contestamos al unísono.
- Oye… Alba, ¿no?
- ¿Sí?
- Tú estuviste ayer aquí por la
tarde, ¿verdad? – Me preguntó la chica.
- Sí… ¿Por qué?
- Ah, por nada. Me sonaba tu cara.
– Nos reímos las dos.
- Vale, gracias otra vez.
Y
esperamos a los cafés. Y, aunque os parezca un poco increíble, el mío volvía a
venir con un papel pegado. Vale, sí. Eso me sacó una sonrisa. Además, este
papel era claramente más grande que el anterior.
- ¡Vamos, ¿a qué esperas?! – Me
dijo Laura en cuanto nos sentamos. - ¡Léelo, tonta!
- Vale, vale. A ver, pone: ‘Si lees esto es que has vuelto y eso me
alegra bastante, porque no te has quedado encerrada en casa todo el día como
hace mi hermana, genial. Bueno, solo quería decirte que si te apetece verme un
rato, estaré toda la tarde en el teatro viejo del pueblo. Me haría mucha
ilusión que vinieses, hay algo que quiero enseñarte. Y, ¡ah! Espero que hayas
leído esto con una sonrisa, sigo pensando que es preciosa. Un beso, Adri.’
- PERO
CLAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAARO, NO LE GUSTAS, QUE VAAAAAAAAAA. –Dijo Laura nada
más terminar yo de leer la nota.- SON SOLO PARANOIAS MÍAS AHORA, CLAARO QUE SÍ.
- Cállate, anda.
- ¿Por qué? – Se rio, una vez más. A ella esto le debía
parecer muy gracioso, pero a mí no me hacía ninguna gracia. – Bueno, ¿vas al teatro o qué?
- ¿Vas? Nonono, tú te vienes
conmigo, guapa.
- ¡¿Qué?! Pero si te estás
muriendo por volverte a quedar a solas con él, Albita. Y él de quedarse a solas
contigo, yo no pinto nada ahí.
- ¿Pero cómo voy a ir yo sola? Ese
sitio da mucho miedo, lo sabes. Además, si no está, ¿qué? ¿Qué voy a hacer yo
allí sola?
- Miedica. – Dijo sonriendo.
- Un poco – Le devolví la sonrisa. – Además,
si vienes te lo presento, le ves...
- Vaaaaaaaaaaaaaaaaale, vamos, anda.
-
Guay. – Dije con mi mejor sonrisa y abrazándola.
De camino al teatro fui describiéndole a Laura como era él.
Su pelo negro, sus ojos azules, su sonrisa… Lo alto que era y la tranquilidad que
emitía. Su voz, suave a la vez que segura. Vale puede que esto dicho suene un
poco cursi… y es que lo es. Pero entendedme, aunque no se pueda decir que me
gustaba porque le conocía de unos pocos minutos, el chico se había ganado que
hablase de él, que pensara en él. Y no porque fuera guapo, que a esos los había
visto bastante y no me pasaba el día hablando de todos y cada uno de ellos,
sino porque me había hecho sentir especial. Muy poca gente lo había hecho, y
eso es algo que marca.
AWWWWWWWWWWWWWWWWWWWWWWWWWWWWW
ResponderEliminarES TAN MONO
QUE MAJA LA DE LA CAFETERÍA JAJAJA
Y LAURA ES MUY GRACIOSA JAJAJA.
UN BESO Y ESPERO EL SIGUENTE!!!!