jueves, 1 de noviembre de 2012

CAPÍTULO SIETE – Esos giros son los que te hacen vivir


-    Eh… tú te crees que soy tonta, ¿no?

-    No, no, nada de eso, de verdad…

-    Pero… a ver. – Le corté. – Analicemos la situación. ¿Me estás diciendo que pretendes que después de dejarme sin motivo, mediante un mensaje, con la excusa de ‘no quiero estar atado a nadie’ hace tan solo cuatro días, haciendo que todos me miren, comenten, y me traten como a la mala de la película; vuelva contigo? Y ¡ah! Perdona, me he olvidado de la parte en la que me ignoras por completo dejando a tu mejor amiga de toda la vida tirada.

-    Sí. Es decir, te necesito. Desde que lo dejamos… te dejé – se corrigió –, mi vida ha sido un caos. No he hecho nada más que arrepentirme día y noche, una y otra vez. Aunque Alicia y todos los demás no paraban de repetirme que había hecho lo correcto, yo sabía que no hacía nada más que engañarme a mí mismo. Siempre has estado cuando te he necesitado y no mereces que te lo pague así, sin razón. Y menos de esta forma, porque no quiero…

-    ¿Y “Alicia y todos los demás” saben lo que me estás pidiendo? ¿Saben siquiera que ahora mismo estamos hablando? – Bajó la mirada al suelo, avergonzado. Cómo no. – Lo siento, Pablo. – Había algo dentro de mí que me hacía incapaz de negarle nada. Pero esto no era posible: no iba a permitir que me manejase a su gusto. – Vas a tener que aprender que tampoco puedes venir así y que haga lo que quieras, entiéndelo. Si ni siquiera me has podido defender delante de toda esa gente que… cuchicheaba mentiras… ¿Y todo por qué? Ah, ya. Por tus amigos, a los que no les gusto. Pues muy bien. – Me giré. Pero me cogió del brazo. Suspiré.

-    Espera. Yo no quiero estar mal contigo. Como has dicho antes, eres mi mejor amiga de toda la vida. Eso no lo va a cambiar nadie. Necesito que volvamos, aunque sea a ser amigos, como siempre.

-    Nada va a ser como siempre. Lo sabes… – Me volví a girar, pero mirando al suelo, evitándole.

-    Lo sé. Y me duele mucho que sea por mi culpa, en serio. – Le miré a los ojos. Lo peor de conocer a alguien tanto era saber que en ese momento decía la verdad. No me hizo falta fijarme mucho para verle en la cara que no dormía bien. Sus ojos verdes parecían cansados, y su pelo castaño claro estaba más alborotado de lo normal.

-    Pues ahora afronta las consecuencias. – ¿Estaba siendo muy dura con él? En realidad me daba pena, pero no podía olvidar algo así de repente. – Yo estoy dispuesta a hacer que nada de esto ha pasado, pero no a volver a ser como siempre. Una cosa es perdonar y otra es olvidar. Puede que ya no le importe a nadie, pero la confianza hay que ganársela, quieras o no.

-    Entiendo… Gracias de todas formas. Por no tratarme como el imbécil que soy, como merezco. Eres genial. – Y sin decir nada más se acercó y me dio un beso en la mejilla. – Nos vemos mañana. – Me sonrió con una media sonrisa.

-    Claro. – Susurré totalmente paralizada.

Si os soy sincera, en ese momento no sabía qué hacer. Vale, sí, Pablo se había portado fatal conmigo, pero había sido mi amigo siempre. Igual que no podía olvidar lo que me había hecho, no podía olvidar todo lo que había vivido con él: las risas, los juegos, las interminables horas de conversaciones telefónicas por las noches… los besos. Ese beso en la mejilla me había recordado todo, y él lo sabía. ¿Era justo? De ninguna manera. Pero no podía luchar contra ello. Entendedme, aquello era algo que superaba mis fuerzas de comprensión y razonamiento lógico.

Pero para el universo, eso era poco. Por si el lío que me había montado Pablo en la cabeza fuera poco, llegó otra sorpresa que hizo que la peonza en la que se había convertido mi mundo girase mucho más rápido, a una velocidad que nadie hubiese podido parar y mucho más lejos de lo que nadie hubiera podido llegar.

-    ¡Alba! – Dijo una voz detrás de mí. Me giré.

-    Adri… - ¿Por qué a mí? En serio, ¿Era ese el momento? No.  Y, aún así no pude evitar sonreír. - ¿Qué haces aquí?

-    ¡Hola Adri, me alegro de verte!, ¿qué tal?, ¿muy bien?, ¡me alegro! – Dijo imitándome a modo de reproche por no haberle saludado. Me reí.

-    Jo, lo siento. ¿Qué tal? – Se rio.

-    Nada, tranquila. ¿Que qué hago aquí? Mmm buena pregunta… Adivina. – Me guiñó un ojo, sonriendo.

-    ¿Alicia? – Pregunté desconcertada. – Ya se ha ido… - Se rio.

-    No, no es Alicia. Prueba otra vez, anda.

-    No sé…

-    Piensa…

-    ¿Yo? – Le miré a los ojos. ¿Os he dicho ya que sus ojos azules son preciosos?

-    Obviamente. – Contestó con una gran sonrisa. - ¿Qué si no?

-    Ah, no sé… Bueno, pues ya me has encontrado.

-    Y me alegro.

-    ¿Querías algo en especial?

-    No mucho. Solo saber cómo estabas.

-    Pueeeeeees, bien… Pero podrías haberme llamado y ahorrarte el viaje.

-    Y si lo hubiera hecho podrías haber conseguido mentirme. ¿Qué pasa?

-    Nada que no sepas…

-    ¿Segura? – Respiré hondo.

-    Pablo. – Contesté lo más tranquilamente que pude.

-    ¿Qué ha hecho? – Se puso muy serio de repente. Agh, que amor de chico, de verdad.

-    Quiere que volvamos y… es que todo esto ha pasado tan rápido que no sé qué hacer…

-    Ese chico es medio tonto…

-    ¿Medio tonto?

-    Sí. A ver, fue tonto entero por dejarte y ha recuperado la mitad al querer volver contigo. – Me reí. – Pero sigue siendo medio tonto, ¿eh?

-    Ya…

-    No vas a volver con él, ¿no? –Me cortó. Estaba mirándome a los ojos sin pestañear, fijamente. Bajé la mirada.

-    No. – Respondí firmemente. – Pero siempre ha sido mi mejor amigo, tampoco puedo ignorar eso…  No sé, todo es muy… raro y lioso…

-    Supongo… Pero creo que sé cómo animarte. ¿Te vienes al teatro conmigo un rato?

-    Jo, me encantaría…

-    Peeeeeero…- Me cortó, sabiendo lo que iba a decir.

-    He quedado para hacer un trabajo, lo siento, de veras.

-    No pasa nada, tranquila. Otro día entonces, ¿no?

-    Por supuesto. Estos días estoy muy liada y no puedo, pero si me llamas el viernes te hago un hueco. – Le sonreí lo mejor que pude.

-    Hala, ¿ahora hay que pedir hora para pasar un rato contigo? – Sonrió al ver mi cara de “no he querido decir eso”. Nos reímos.

-    Calla, tonto. Bueno, se me hace tarde…

-    Claro, hablamos cuando la señorita pueda.

-    Obviamente. – Sonreímos. Y esta vez fui yo la que me acerqué a darle un beso en la mejilla.

-    Sonríe. – Me susurró.

-    Adiós. – Y me fui con una sonrisa: porque aunque tu mundo gire muy rápido y lejos de ti, hay un momento en el que de repente entiendes que esos giros son los que te hacen vivir.

2 comentarios:

  1. cuuuuuuuuuuuuuuteeeeeeeeeeeeee<333333333
    es más monoooooooo <33333333 te superas, Lucy. Por cierto, tengo una cosa que proponerte. Te lo mando por privado en el tuenti XOXO.

    ResponderEliminar
  2. Excelente Blog, felicitaciones y un gran saludo desde:
    http://leyendas-de-oriente.blogspot.com/

    ResponderEliminar